jueves, 9 de noviembre de 2017

Aquila ad lunam volavit: Caelum MCMXCIX


     Dicebamus hesterna die...


     No ha mucho, rebuscando entre las cajas llenas de trastos, encontré algunos juguetes de mi tierna (os lo juro) y ya lejana (y añorada) infancia.

     Y como el Diablo siempre está presto a meter la cuchara en cualquier estofado, no se me ocurrió mejor idea que restaurar los que pudiera, y recuperar los que se habían perdido por el camino.
 

     Este es uno de los que se perdieron. El Eagle Transporter. 



"Espacio: 1999": La serie:



     Muchos de los que ahora peináis canas (o - mutatis mutandis - lloráis su pérdida) la recordaréis: A consecuencia de una explosión en un almacén de residuos nucleares, la Luna es despedida de la órbita terrestre y vaga por el espacio, arrastrando consigo - de aventura en aventura - a los habitantes de la Base Lunar Alfa. Aunque, considerando que la única misión de los trabajadores de Alfa (trescientos y pico, nada menos) era velar por el almacenamiento seguro de los residuos nucleares, y que los hicieron saltar por los aires a los veinte minutos del primer episodio, no creo yo que en la Tierra fueran a echarlos mucho de menos...

     La serie en cuestión es obra del prolífico Gerry Anderson, responsable también de otros hitos de nuestra infancia televisiva como Guardianes del Espacio, El Meteoro Submarino, El Capitán Escarlata, OVNI o Los Protectores.

     Lo cierto es que, aunque los argumentos eran más sencillos que el mecanismo de un botijo (Presentación Rápida / Problemón / Soluciones-Que-No-Funcionan / "Que-Dice-El-Comandante-Que-Salgan-Todas-Las-Aguilas" / Tó-Arreglao-Tira-Pa-Casa), eran las naves espaciales, las Águilas, las que nos tenían ojipláticos perdidos a todos los que vivimos el prepostfranquismo en pantalón corto.

     El diseñador de éstas es Brian Johnson (no el cantante de AC/DC, otro) que cuenta en su carrera con dos Óscars a los mejores efectos visuales, uno por Alien y otro por El Imperio Contraataca; añadamos a eso diseños para Thunderbirds y 2001: Una Odisea del Espacio, y no es un currículum como para avergonzar a nadie del gremio.


"Eagle Transporter": El juguete:

     Como iba diciendo - antes de empezar a desbarrar - tenía la idea de recuperar los juguetes más emblemáticos de mi infancia. El Águila me pilló ya casi quinceañero, así que lo que me tocó en aquella época fue el kit de Airfix, traído de Inglaterra por un pariente.


     Aunque lo recuerdo con mucho cariño, lo cierto es que buscaba algo más resistente - recuerdo que la vida media de mis maquetas era de un par de meses, antes de que un plumerazo descuidado las enviase al cielo de las construcciones - así que rebuscando por Internet encontré que Dinky Toys había fabricado en los 70 un modelo en metal.

   Como - digan lo que digan nuestros próceres - no está la economía para farolillos, encontré en Ebay un ejemplar bastante maltrecho, y me hice con él por poco dinero (los ejemplares en buen estado se cotizaban por encima de los trescientos mortadelos). Eso sí, el precio correspondía al estado: así, a simple vista, faltaba el motor principal, la pintura estaba desconchada y los reactores de maniobra estaban hechos cisco. Por lo tanto, aprovechando la coyuntura, compré a otro vendedor un kit de motor y otro de reactores.



     Examinando el modelo - es la primera versión, del año 1975 - vemos que el estado general no es tan malo como pudiera parecer.



     La estructura está bien, el fuselaje no tiene desconchones - cosa que me sorprendió gratamente -, los muelles del tren de aterrizaje están en buen estado, y los reactores de aterrizaje están bastante mejor de lo que me atrevía a esperar. Por otra parte, tiene rotos los cristales del módulo, las piezas no encajan entre sí desde hace años - el conjunto suena como una pandereta -, tiene arañazos por todas partes (es lo que tienen los niños, que se empeñan en jugar con sus juguetes), y la pintura...en serio, ¿era necesario pintarla de verde?.

   Eso, señores de Dinky, se llama crueldad.


     Como primer paso, desmontamos todo el conjunto. Retiramos los cuatro tornillos de la parte inferior, y aplicamos el taladro a los remaches del módulo.


     Ahora toca sumergir durante media hora las piezas pintadas en gel decapante, y lavar a conciencia la roña acumulada durante cuarenta años en las demás.


   Bien, ahora nos encontramos en una encrucijada: O bien intentamos restaurar el Águila a su versión original (horrorósica)


o bien intentamos hacer un Águila comme il faut, buscando que se parezca en lo posible a las de la serie.


     Pues como se trata de rehacer lo que tuve de pequeño (y como el juguete es mío y hago con el lo que quiero), vamos a intentar la segunda opción.

     De momento, vamos a por la espina dorsal (la raspa, para los amigos). Es horripilante. Tiene rebabas por todas partes, demasiados travesaños, los tubos son demasiado gruesos y el plástico es demasiado blando. Un asquito, vamos.

     Empezamos por lijar lo lijable, recortar lo recortable, y añadir lo añadible. Un cable de fibra óptica que encontré en un cajón nos da para hacer unos refuerzos de la estructura.


     Y unos trozos de nosequé - creo que son cierres para bolsas - comprados en el CMB (Chino de Mi Barrio), perforados nos dan los anclajes entre la espina y la estructura de los módulos.

     Está claro que esto no sirve, son el doble de gruesos de lo necesario. Y, encima, no reaccionan ni al ciano ni al pegamento para plásticos, con lo que hay que recurrir al epoxi - y a dejar unos churretes de los que habrá que ocuparse posteriormente.


     Para quitarnos el mal sabor de boca que nos ha dejado la raspa, la dejamos un rato y pasamos al tren de aterrizaje: unas tiras de poliestireno ayudarán a dar un poco de relieve.



     Herencia de su origen juguetil, las piezas son más simples que ir a pie. Las superficies son lisas, aburridas, sin ningún tipo de detalle, y quedan feísimas. Así que aplicamos estireno en tiras y recortado en placas para dar algo de volumen.

     Como la espina es de plástico blando, es incapaz de dar rigidez a la unión de los módulos, así que Dinky optó por poner una vigueta metálica por debajo para fijarlos. Un perfil en U, en metal sin pintar, por debajo de la estructura de la raspa. Supongo que económicamente tendría sentido para el fabricante, pero estéticamente es como para arrancarse los ojos.



     Así que añadimos tiras de poliestireno a la vigueta imitando la espina, de modo que, pintada de blanco, desentone menos.

     Del mismo modo, con un alambre de latón hacemos unos conductos para los motores principales, que quedaban muy sosos.


     Las toberas de los reactores de dirección (los agujeros en el módulo de mando) eran una birria. El inferior estaba razonablemente bien, el superior era apenas una depresión en el metal, y los laterales simplemente se los habían saltado.

     Dremel al canto, agujeros rehechos y una bolita de masilla metálica en cada uno corrigen el problema.



      A la hora de hacer el prepanelado, me encuentro con que al retirar la cinta de enmascarar del módulo de mando me llevo por delante la pintura y la imprimación. Se ve que la imprimación acrílica (Vallejo en spray, 13 mortadelos) no se lleva bien con las piezas de metal. Así que el módulo de mando vuelve al bote de decapante, y esta vez lo imprimo con un spray de pintura gris de la droguería de al lado (1.5 mortadelos, mirusté), que resiste lo que le echen. Cosas de la vida.


     Fin de la primera etapa de pintura. Capa base aerografiada con blanco matado con unas gotitas de gris de Vallejo Air Color, y con la cabina y los huecos del tren de aterrizaje pintados con negro a pincel. Para las toberas y las patas, una base negra y una capa de Gris Metalizado.

     Para el módulo de pasajeros, he optado por el modelo de Transporte VIP, blanco con rayas rojo-anaranjado y cristales negros. Así que, como vemos al fondo, medio kilo de cinta de enmascarar y a aerografiar se ha dicho.

     Los enganches de la espina a los módulos han sido reeemplazados por tiras de poliestireno de media caña, perforadas y lijadas hasta que tuvieran la forma adecuada. Por lo menos, estas sí son del grosor adeacuado.


     ... Vale, primer ensayo de vestuario. Ensamblamos las piezas y el resultado empieza a parecer decente. Antes de corregir deslices en la pintura (enmascarar una superficie corrugada ajustando mucho la cinta e intentando que al retirarla no se lleve la pintura tiene su miga), hay que ocuparse de las juntas.


     Los módulos laterales tienen demasiada holgura. No podremos hacer gran cosa, pero el putty de Tamiya aligerado con acetona aliviará algo el problema.



     Y ahora, las calcas. Compradas en Ebay, me doy cuenta (después de una tarde de tenerlas en remojo sin ningún resultado) de que no son calcas, sino adhesivos. Es decir, que no se aplican en mojado, sino quitándoles el protector.

     Zape, gato. Esto huele a chamusquina. Y es que, al tacto, la hoja es demasiado gruesa. Y eso significa que el protector es muy grueso, o que...

     Efectivamente, están impresas en un papel gordísimo. Con los resultados previsibles de que resaltan un montón sobre la superficie, y de que no hay quien las adapte a las partes curvadas.

     Yupi.



     Bien, pues la única solución posible es la de retirar el papel protector y, usando una hoja de afeitar, retirar de la resultante la capa superior, más fina. A pesar de eso, siguen siendo demasiado tiesas, y ni el Microset puede hacer nada.

     Bueno, aplicamos barniz sobre las superficies, ponemos la calca, y aplicamos otra manita de barniz para fijarla.

     De momento, el módulo de pasajeros lo dejaremos a un lado - no nos interesa alterar los cristales (para conseguirlos, pintamos de negro una tapa de encuadernar transparente, y la pegaremos con cola blanca dejando el lado brillante hacia afuera) - hasta que lo hayamos barnizado.

     Aplicamos epoxi al bloque motor y a todas las piezas danzarinas, y ahora viene la parte divertida. El Enguarring.

     Usando hojas de Post-it para enmarcar cuadros y rectángulos, panelamos con un pincel plano y carboncillo rallado. Como es prácticamente la única nota de color que tendrá el Águila, esta es nuestra oportunidad de darle un poco de vidilla. Dos o tres rayas hechas con marcador permanente y/o pinceles, pintamos de amarillo-naranja los refuerzos de la raspa y a enguarrar.

     Como quiera que las Águilas son el caballo de batalla de una Base Lunar, es de suponer que el mantenimiento que reciben sea funcional, más que estético. Vamos, que no creo yo que las laven con mucha frecuencia. Por lo tanto, las zonas próximas al escape de las toberas (impulsoras, de despegue, maniobra y dirección) estarán tiznadas de hollín (carboncillo y pigmento pizarra oscura), y toda la nave tendrá una pátina grisácea (pigmento pizarra media) del polvillo lunar en aterrizajes y despegues. Pizarra media y gris claro en una aplicación muy ligera en las toberas, patinado con Óxido rojizo.







     Y ahora sí, aerografiamos tres capas de barniz satinado a la totalidad de la nave, y - tras colocar por fin los cristales - cerramos con epoxi el módulo de pasajeros.

     El Águila está terminada.

     Como me aburro, vamos a buscarle una cajita. Mientras espero que me llegue la que he comprado, voy haciendo experimentos para la base. Esta está obtenida a partir de una superficie simulada de la cubierta de un portaaviones.


     Al fin llega la caja. Al final, me he decantado por imitar parte de la plataforma de aterrizaje de la Base Lunar. Lástima que no me quepa entera en la estantería.








E questo è tu-tu-tutto, amici!