miércoles, 14 de febrero de 2018

Navigatio ad fundum maris




Navigatio ad fundum maris

La serie

     Siguiendo con la recuperación de los juguetes de mi infancia, le llega el turno al submarino Seaview, de la serie 'Viaje al Fondo del Mar'.

     A partir de 1965, y por 'el uacheefe' - la homérica 'segunda cadena', do la flor y nata de la programación televisiva tenía su natural asiento - los paticortos de la época podíamos disfrutar como... pues eso, como enanos, de las aventuras televisivas del Sirius, el submarino atómico al mando del Almirante Nelson. Bueno, en realidad se llamaba Seaview, pero total, a nuestra edad, ninguna de las dos palabras tenía sentido, y Sirius era más fácil de pronunciar.

    Creado por el infatigable Irwin Allen - todo cuanto se haya dicho de Gerry Anderson palidece al lado de la labor de este estajanovista de la Ciencia Ficción - el reciclador por excelencia (o un tacaño que dejaba pequeño al Tío Gilito). Antes de demostrar que, en habiendo presupuesto, era capaz de hacer películas como La Aventura del Poseidón (1972) o El Coloso en Llamas (1974), el amigo Allen veló sus armas en la pequeña pantalla con cutreseries que hacían las delicias del espectador (qué coño, tampoco éramos tan exigentes): Perdidos en el Espacio, El Túnel del Tiempo, Tierra de Gigantes y la que nos ocupa, Viaje al Fondo del Mar.

     Basada en su película del mismo título de 1961, la serie narra las desventuras - más que las aventuras - de la tripulación del submarino nuclear Seaview, comandado (y diseñado; y construído) por el almirante Nelson (en el papel de madurito interesante), apoyado por el capitán Lee Crane (que aportaba un más que improbable sex-appeal a la serie; eran los 60, y había mucha hambre) y el teniente Chip Morton (rubito, soso y prescindible, se pasaba la vida frente a la pantalla de sonar). Como complemento de la oficialidad, teníamos al contramaestre Becker (encargado de dar las malas noticias a los oficiales) y al marinero Kowalski (cuya misión principal era la de recibir golpes en la cabeza y quedar inconsciente; el sueño de cualquier actor).

     Aunque el auténtico protagonista de la serie era el submarino. Con más de doscientos metros de longitud, y su característica proa acristalada y en forma de manta, el Seaview estaba basado en un atracadero subterráneo en el Instituto Nelson de Investigación Marina - creado y dirigido también por el almirante Nelson (...) y financiado por fuentes desconocidas - aunque al mismo tiempo forma parte de la flota nuclear de la Armada Estadounidense (sí, es un poco confuso). Como el Nautilus, puede electrificar su casco, y además dispone de torpedos, misiles nucelares nucleares, un rayo láser en la proa y una misteriosa arma ultrasónica capaz de destruir submarinos enemigos. Casi ná.

     Y es precioso, el jodío.

     Como buen tacaño, Irwin Allen reaprovechaba todo lo que podía, así que era habitual que las criaturas que aparecían hoy en un capítulo de Tierra de Gigantes fueran los que intentaban devorar ayer a los científicos de El Túnel del Tiempo o mañana a la familia Robinson en el Planeta Perdido. Era inevitable que, disponiendo del submarino empleado para la película, se sacara de la manga una serie de televisión para amortizarlo.

     En cada capítulo, el Seaview salvaba la Tierra en menos de una hora. Grosso modo, podemos clasificar los episodios de Viaje al Fondo del Mar en función de las desternillantes amenazas que enfrentaban:
  • Humanos normalillos: En plena Guerra Fría, el Seaview se las veía con Agentes de Potencias Extranjeras (así, sin especificar, aunque todos sabíamos que eran rusos; ¿de dónde iban a ser, si no?), espías, saboteadores y científicos locos. Su objetivo era, invariablemente, dominar el mundo o destruirlo - lo que viene a ser el tradicional 'o mía, o de nadie' -  aunque en algunos episodios aparecían robagallinas con glamour, como el coleccionista de arte que pretendía robar la Gioconda aprovechando su traslado por mar.
  • Humanos rarunos: Payasos locos, nazis descongelados o soldados japoneses que seguían combatiendo ignorantes de que la Segunda Guerra Mundial había terminado. Lo normal, vamos.
  • Catástrofes naturales: En los que resultaban los episodios más sosos de la serie, el Seaview se enfrentaba a naderías como volcanes en erupción, lluvias de meteoritos o (en un autoplagio inmisericorde) incendios en el Cinturón de Van Allen.
  • Extraterrestres: De todos los modelos, marcas y tamaños - y de precio, baratitos, que Allen odiaba gastar -, normalmente reciclados de Planeta Prohibido o Tierra de Gigantes.
  • Monstruos: Piedra angular de la serie, los desopilantes monstruos marinos deambulaban por el submarino (si medían menos de tres metros) como Pedro por su casa, o - más frecuentemente - eran gigantescos y su único entretenimiento era agarrar el Seaview y sacudirlo. En palabras del inmortal Antonio Blanco, "la tripulación del Sirius es, junto con la del Enterprise, la más zarandeada de la historia de la televisión". Hombres-Langosta, hombres-planta, hombres-musgo, hombres-vayausteasaber... la verdad es que costaba distinguir un tío con un traje de goma de otro tío con otro traje de goma. Sabíamos que el zarandeo estaba teniendo lugar porque la tripulación se tambaleaba de la manera menos creíble de un lado a otro de la sala de control (en contraste con la oficialidad: el almirante Nelson se agarraba a una mesa, el capitán Crane se colgaba del periscopio, y el teniente Morton se estampaba invariablemente contra un panel de control; Kowalski se pasaba la vida inconsciente, así que ese no cuenta).
  • Criaturas paranormales: Ya en pleno desvarío, los guionistas paseaban por los pasillos del Seaview al fantasma de Barbanegra, la Momia, el Yeti, o a un Almirante Nelson convertido en licántropo por la mordedura de un hombre lobo.
  • Viajes en el tiempo: Ya sin saber qué hacer con el submarino, Allen envió a su submarino a la Revolución Americana. Total, ya a estas alturas...

Galería (para que veáis que no exagero)


El Capitán y el Almirante, sudando como pollos
Kowalski,en un raro momento de consciencia




El capitán y una sirena. Sirena. Sí.
















Monstruo dispuesto a zarandear el Seaview

La momia dando una vuelta por los pasillos

El increíble hombre-Langosta. O algo.

El abominable Hombre de las Nieves. Eso, o el Osito de Mimosín.

Barbanegra resucitado

El Almirante convertido en licántropo

Oficial japonés abandonado en una gruta

No sé qué hace en el Sirius, pero es el Dr. Newman.. de El Túnel del Tiempo

Jar-Jar-Binks avant-la-lettre

Los peligros de descongelar a un nazi. Eso sí, con los guantes puestos, pa que quede claro que son nazis.










 

 

 

 

 

 

 

 

 

La maqueta


     La maqueta escogida es la de Moebius, por motivos presupuestarios; unos treinta y cinco mortadelos en Ebay.

     Sencillita, tres piezas para el casco (izquierda, derecha y fondo) y tres grapas, dos con las piezas y una con las transparencias (ventanal y foco delantero). Y una horripilancia que pretende ser un pedestal. Cuanto menos hablemos de ella, mejor.



     Primer paso y primera (y grata) sorpresa: juntamos las dos mitades del casco, y encajan a la perfección. Un ratico de lija de uñas (fina, extrafina y pulidora) y las juntas son inapreciables.


     Bien, pues va a ser la única grata sorpresa que nos depare. A la hora de colocar la pieza con los tubos lanzamisiles, no encaja ni por equivocación. No sólo es demasiado ancha, sino también demasiado corta. Lija, masilla y blasfemias.


     Montamos la vela sin demasiado problema, y a la hora de colocar los estabilizadores superiores... bien, baste decir que al final he gastado más dinero en masilla que en la maqueta.

     Primera capa de imprimación. Y vamos montando los motores.


   Y primeras pruebas con la pintura de los imbornales. Al final, un Rotring del 0.4 es la mejor solución.


     Oí hablar de la técnica del blanco y negro, y me pareció un buen momento para probarla.


     Aunque, como puede comprobarse, aún me queda mucho para controlarla. De todas formas, no me disgusta el resultado, imitando el efecto de los rayos de sol sobre el submarino sumergido.




     Nueva capa de imprimación y nuevo efecto de blanco y negro. Esto ya tiene otra pinta.


     Bien. Lista de errores cometidos hasta el momento:
  • El óxido en los imbornales hecho con un lavado de óleo. Por mucho que intenté encontrar el tono adecuado, el resultado queda demasiado amarillento y demasiado definido. Decididamente, y por lo menos a esta escala, prefiero los pasteles.
  • La línea de flotación - enmascarada con cinta - queda demasiado nítida. Espero poder ocultarla al pintar la línea de algas. 




     Y llega la catástrofe. La pereza es mala consejera - y la parálisis cerebral, también. Antes de dar unos lavados con gris oscuro, decidí proteger las zonas a tratar con Future. Y la pereza me llevó a aplicar el Future con pincel, sin recordar que había dado varias capas de pastel anteriormente. El resultado, un desastre de churretes allí donde apliqué el pincel.

     Como las desgracias nunca vienen solas, en lugar de cerrar el chiringuito y tomarme un descanso, entré en modo pánico e intenté arreglar lo inarreglable.

     Algodón, alcohol, imprimación en la parte inferior y una nueva capa de gris más oscuro para tapar lo que no pude limpiar.



     Y si antes me quejaba de que la línea de flotación era demasiado definida, ahora es, además, demasiado llamativa.

     Yupi.


     Una capa de pasteles (verde claro, verde oscuro y óxidos, sin mezclar demasiado) para hacer las algas de la línea de flotación. El resultado no está mal, pero sigue sin decirme nada.



     Y, ya a la desesperada, se me pasa por el magín el aplicar una mano generosa de óxidos bajo la línea de flotación. Y mira, pues mejora bastante.


     De momento, vamos a dejarlo aquí, no vayamos a fastidiarla aún más.

     Y vamos a ir preparando la versión 2.0.