lunes, 1 de febrero de 2010

De profundis pedicabo te: La "Maitechu mía"



Una aventura ultramarina de Don Leandro de Arensivia


Tiempo ha que me rondaba el magín la idea de traer de vuelta a D. Leandro de Arensivia, esta vez en una aventura submarina.

La idea original era la de un minisubmarino del estilo de la Tortuga de Bushnell



partiendo de una pelota de rugby. Pero el problema de dar rigidez a la pelota resultó demasiado complicado; era necesario ponerle un costillar externo que sujetase el cuero para que, una vez desinflado, mantuviese la forma, y aún así no era seguro que funcionase. Además, el tamaño era demasiado pequeño para albergar a un Madelman.

Por lo tanto, se imponía construir la estructura desde cero. Me gustaba la idea de una forma ahusada, como la del Ictíneo de Monturiol





Así pues, manos a la obra.

En primer lugar, partimos de un ensamble de tubería; lo partimos por la mitad y unimos las dos partes obtenidas mediante unas varillas de metal que den rigidez al conjunto.




Hecho esto, practicamos ocho agujeros en cada extremo, e insertamos varilla de poliéster, que presenta un equilibrio perfecto entre rigidez y flexibilidad.


Si no pasamos de aquí siempre podremos emplearlo como paraguas.


Insertamos el otro extremo de las carlingas en el aro de popa, y obtenemos un diseño digno de una lámpara de Ikea.



Para garantizar un mínimo de estabilidad de la estructura, creamos una red de cuadernas hechas con bramante; una sola no hace nada, pero el entramado proporciona rigidez al conjunto. Una manita de spray de pintura color cobre, y estamos listos para seguir.

Ahora montamos la cubierta de intemperie. Una plancha de Plasticard corrugada - tiene la flexibilidad adecuada para darle la vuelta de bao - hará las veces de la misma, y la tapa de un bote de chicles nos da una torreta la mar de steampunk.





Las tomas de aire provienen de los cañones de un barco pirata de juguete; para redondearlo, unas brazolas hechas con arandelas de goma y unas cuentas de bisutería a modo de remaches



pegadas encima de la goma.



No me gusta el resultado; da el aire de lo que busco, pero los remaches sobresalen demasiado y, al ser irregulares (hay que decir que la caja de quinientos me costó cincuenta céntimos en un chino, y los pobres no podemos ser exigentes) el resultado queda demasiado pasteloso





La solución viene de golpe: fresar las brazolas e incrustar los remaches dentro del fresado




Ahora sí que sí; los remaches medio ocultos en la brazola ya parecen otra cosa.







Vamos a empezar a montar el interior. Para ello, y con mucha precaución, eliminamos las carlingas de crujía que pusimos al principio; entre la cubierta de intemperie y el entrramado de bramante, la estructura tiene apenas la rigidez necesaria para no parecer un muelle gigante - cuando recubramos el casco espero que éste aporte la firmeza que falta, pero las varillas hacen imposible el trabajo en el interior (por no hablar de la habitabilidad del mismo). Guardaremos las carlingas porque nos serán muy útiles más adelante.


Unos manteles individuales de madera (a euro la pieza en un todoacién)




nos proporcionan una solución flexible a todas nuestras necesidades de madera.

Usaremos una placa para hacer la cubierta del puente de mando, y la teñimos con tinte de nogal. La rueda del timón proviene de un afilalápices en forma de rueca



y el grupo propulsor personal está hecho con piezas de una bicicleta de juguete.

Una tapa de encuadernación nos proporciona el mamparo de separación de la sala de máquinas, y lo reforzamos con unas vigas hechas con perfil de goma. Un agujero en el centro del mismo, cubierto por el Plasticard que nos sobró de la cubierta, nos da una escotilla de acceso. Un par de pajitas de refresco servirán como tuberías para insuflar aire en la misteriosa sala de máquinas (donde está alojado el Condensador de Flujo).




Detalle de la timonera y el propulsor. Ecológico y sostenible donde los haya.




Con un par de varillas y un listón de madera hacemos la escalera de la torre. La cubierta del puente llega sólo hasta un tercio de la proa, para permitir el acceso al sollado (que alberga la sentina y el camarote - buena mezcla, viven los cielos).




Vista del puente de mando / sala de derrota / sala de bitácora.






Bien, ahora llega el momento de recubrir el casco, ceremonia importante en la vida de todo submarino. Empleamos varios salvamanteles, recortándolos con la Dremel y pegándolos con cola termofusible (por cierto, que estoy de los hilillos de pegamento hasta el capelo cardenalicio). Varias capas de tinte color avellana le dan el tono deseado, y un par de manos de barniz brillante protegen la madera.

En el interior, una cómoda proveniente de un fascículo de casa de muñecas hará las veces de mesa de derrota, y un colchón con sus almohadones - de la misma procedencia - transforman un humilde sollado en un, si no lujoso, sí aceptable camarote.

La pata telescópica de un trípode, unida a un trozo de nosequé de plástico (el cajón de los desechos es una fuente de sorpresas así como de misterios) nos dan el material necesario para un periscopio de lujo.



Para los ojos de buey, hacemos un agujero - con mucho cuidadito, que las cuadernas son de bramante y no aguantan muchas bromas - del tamaño adecuado y le aplicamos unas brazolas de goma remachadas con tachuelas de tapicería del 6.






Esto empieza ya a parecer algo serio. El moñaco del lado es un inspector de Marina que se desmayó al constatar la falta de progresos del astillero.



De momento está claro que el periscopio es demasiado alto; habrá que recortarlo o no cabrá en ningún sitio. Como es telescópico, no queda más que encogerlo un poco y volver a fijar los tramos con ciano.




Como divertimento, hacemos un alto para empezar a pensar bajo qué bandera singlará nuestra nave.

El escudo no llevó demasiado trabajo



(la traducción se deja como ejercicio al lector)


pero la bandera es más complicada.


Tras barajar muchos diseños, claramente Steampunk,





decidí reconstruir las banderas corsarias españolas.
Esta, en uso hasta finales del siglo XVIII


tiene la gracia de llevar las aspas de Borgoña, lo que a un carlistón como D. Leandro le vendría de perlas. Pero la bandera de corso en uso en 1898 sería esta otra



Y, por supuesto, un caballero de la Tradición no puede entrar en combate si no es arropado por los pliegues de su bandera




Ahora toca cerrar las aristas, que al aire quedan débiles (y feísimas). Hice varias pruebas con perfil de goma, pero presenta dos problemas: La pintura no agarra bien (el esmalte, la sintética directamente no agarra) y el pegamento tampoco; ni con ciano, ni con epoxi, ni con contacto, ni a hostias. Así que probé con cinta de cobre (oí hablar de ella curioseando en un foro de modelismo naval) y el resultado no es malo:




Aunque me hubiera gustado más que la cinta fuese más gruesa, da un acabado como de cobre martillado que sirve perfectamente a nuestros fines.






Para calafatear las juntas, nada mejor que un tubo de pintura Gütermann Creativ con punta de 0'5. Eso sí: tras dos horas apretando el tubito, los dedos duelen un montón (y la yema del otro)





Pero el resultado es muy aparente: las maderas resaltan mucho más.




Hora es ya de construir el sistema impulsor. Como nave de la clase Piscíneo, la Maitechu Mía emplea un sistema de impulsión oscilante de arco fijo basado en el barrido intermitente sobre plano horizontal propulsado por la interacción de un generador rotatorio de plano vertical con dos actuadores externos.

O sea, una cola. De pescao.
Y a pedales.




La cola la obtendremos de una copa de champán de plástico, cortada en cuatro partes y embutida sobre sí misma. En el último tramo encolaremos medio cedé, y a vivir.



Véase la muestra:



Y una vez pintada queda tal que así:





Una vez colocada en su sitio, el resultado es mismamente:







Y el inspector del astillero no puede resistirse a la tentación de probar qué tal se ve desde la vela:





Vamos a empezar con el interior del puente de mando.

Decoramos la mesa de derrota con planos a escala, la raspa de un antiguo marinero (sirve para pisapapeles o para jurar dedicar tu vida a combatir la piratería) y unas cuantas chuminadas más:










Empezamos a trabajar en los diales.

Para fabricar un dial, seleccionamos una varilla de madera del diámetro adecuado y la hacemos lonchas finas con la Dremel. Imprimimos el dial a la escala correcta y pegamos la imagen sobre la loncha de madera. Pintamos los laterales en color bronce, y añadimos una arandela de latón brillante (obtenida enrollando un trozo de alambre latonado sobre el mango de un pincel de diámetro ligeramente inferior al del dial). Sólo queda depositar una gotita de esmalte de uñas brillante en el interior, para dar el reflejo del cristal.

Este es el resultado en los paneles de control:



Para obtener las palancas, usamos la Dremel para hacer una serie de cortes paralelos - hasta algo menos que la mitad - en la varilla de madera, recortamos luego la parte inferior y pegamos unas cabillas pintadas que servirán como actuadores.



Añadimos en la parte de abajo un trozo de cordón dorado oscuro y liso; hoy en día estamos acostumbrados a que el cableado de los equipos quede oculto en el módulo, pero en la época de D. Leandro lo habitual era que los cables quedasen al aire.





Y así es como queda el periscopio de ataque






Ahora montamos los paneles de control al alcance del capitán/piloto/timonel/galeote




Y ya podemos probar cómo va quedando el interior





Aplicamos remaches a la cola



E instalamos los actuadores externos del impulsor




La proa, vista desde el puente de mando. Podemos apreciar la manivela de actuación del espolón.



El interior visto desde la escotilla



La crujía y el sollado desde el ojo de proa



Instalamos el "espolón rotatorio excéntrico adjunto al eje longitudinal".

Un sacacorchos injertado en medio huevo Kinder. Rematado, como siempre, con un trozo de perfil de goma remachado con alfileres.





Bien, esto ya tiene la forma definitiva.



Ya sólo queda instalar todas las piezas que tenemos desperdigadas por la mesa.

Un robotillo de Star Wars



convenientemente destripado y pintado, nos proporciona las palancas necesarias para el control auxiliar del Condensador de Fluzo (necesario para cambiar la profundidad).




Se trata de pegar en su sitio un montón de piezas que hemos ido preparando, de forma que el interior del puente quede abarrotado y con una cierta sensación de agobio.





Vamos a por nota:

Un amigo me pasó un palmo de cinta de LEDs. Se trata de una cinta adhesiva sobre la que van montados minúsculos LEDs SMD cada dos centímetros, junto con las resistencias necesarias. Simplemente, se corta la longitud deseada, se pega a la superficie que se quiere iluminar, y se le aplica corriente (12V, aunque por comodidad vamos a emplear una pila de 9V)



El resultado es espeluzctacular:
























Ya podemos añadir los ojos de buey; un aro de plástico y cinta de cobre sobre media esfera de esas que contienen las chucherías en las tragaperras infantiles, remachadas con cabezas de alfiler.


Y el resultado final: